Desierto 2a parte

En el post anterior
hablaba sobre el desierto y algunas aplicaciones a la vida. La perspectiva analizada era desde el antiguo testamento.

Hoy quiero hablar del mismo desierto, pero desde Jesús.

Los Evangelios nos indican que Jesús movido por el Espíritu Santo se retiró al desierto. (Lucas 3,1). Ahí estuvo 40 días. Sí, el mismo número que el pueblo Israelita pasó en el desierto, aunque claro, en un caso fueron días, en el otro fueron años.

Durante este tiempo fue tentado 3 veces, tentaciones que seguramente tuvo durante toda su vida, pero en ese momento fueron explícitas. Tentación de tener, de poder y de idolatría.

Antes de comenzar su vida pública y consciente de su gran misión, Jesús se retira al desierto. En él se encuentra con su Padre.  El desierto como categoría teológica es el lugar para el encuentro con Dios y Jesús lo utiliza como tal.

Es en el silencio del desierto donde se escucha a Dios. Es en ese silencio donde Jesús escucha y se encuentra en la intimidad con la voz de su Padre.

La vida pública de Jesús es antecedida por el desierto. La misión de Jesús es entendida y profundizada en el silencio y encuentro consigo mismo. En este cambio de vida (de carpintero a predicador) Jesús, se reconoce como Hijo y es este reconocimiento el que da identidad a toda su misión.

Al igual que el tiempo que pasa el pueblo elegido, el tiempo que pasa Jesús en el desierto, es un tiempo de profundización, de identidad, de alianza, pero sobre todo: de escucha.

Es ese desierto el que da identidad, del que surge un hombre nuevo. Es el desierto en donde uno se encuentra con Dios, en donde uno se encuentra consigo mismo.

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